Imagínate que ―de repente― te quedas sin libros. Sin ningún
texto. Han desaparecido. Nadie se explica cómo. El mundo entero se ha quedado
patidifuso (!).
¿Se habla sobre ello? Sí-pero-no. A
medias. Sin decir nada. Porque la preocupación es tangible. Emana de las
personas y se queda flotando en el ambiente, áspera y fatigante.
Y nadie acierta a pronunciar la
verdad. La realidad. Nadie quiere decirlo: que no tenemos el control, que ―de
repente― nos descubrimos frágiles, que finalmente hemos despertado o nos han
despertado.
Sí, las cosas se ponen feas y ―encima―
no tenemos nada que echarnos a los ojos…
Que miedo!! Sería horrible....
ResponderEliminarSuerte que no puede pasar. Se trata de imaginarlo. Para valorar los libros. Que abundan y, por lo tanto, se menosprecian. Un chaval diría: ¿y no podrían desaparecer solo los de texto?; un erudito, sin embargo, preferiría que desapareciesen los malos textos; incluso habrá alguien que sueñe con que desaparezcan todos. Siempre hay alguien así...
Eliminar