El viaje secreto de Elidan Marau a través del Mar de Leche


Es complicado, en estos tiempos de obviedades y previsibilidades, encontrar Literatura original. Qué curioso, pues si la Literatura es un arte, ¿cómo es posible que exista literatura imitativa?
Seguir una escuela no tiene nada que ver con la vulgaridad. Claro que: hoy día, ¿quién sigue una escuela? Lo que hoy suele hacerse es repetir y repetir y volver a repetir. Contar de la misma forma y con las mismas palabras lo que ya mil veces fue contado.
Por eso me parece tan (¡tan-tan-tan!) transcendental la originalidad. Cierto que es arriesgada, pero el arte sin riesgo no es arte. «Oiga, es que yo solo quiero distraerme», replica alguien. «Muy bien ―acepto―: cómprese un libro distraidor, pero no diga que es Literatura.»
Lo cual: no quiere decir que la Literatura sea aburrida. Muy al contrario: la Literatura siempre es divertida. Y si no lo es, no es Literatura. Otra cosa es que el lector no consiga entender, no sienta, no sea capaz de originar la obligada sincronía.    
Cuando adquieres El viaje secreto de Elidan Marau a través del Mar de Leche sabes que estás comprando un libro diferente. El título es también etiqueta. El autor, Víctor Nubla, nos está diciendo: si el título te asusta, no compres mi libro.
«Hileras de palmeras. Sólidas o líquidas, plasmadas en cristales que ocupan el espacio: atentos a su lengua.» Así arranca la historia de un narrador que he sentido lejano y cercano, casi omnisciente, siempre mágico: atentos a su lengua foránea.
«La isla tiene voz», nos dirá después. El estilo es tibio, resbaladizo, convincente, te acuna y relaja. «Este libro tiene voz ―digo yo―, color, olor y hasta sabor.» O bien la hipnótica voz es verdiazul, marina y entrañable.
La historia es también atemporal, surrealista, extravagante. Pero no se puede describir este libro con una simple suma de adjetivos. Sin embargo, sí pueden darte una idea del asunto, lector/a, sobre todo si finalmente decides conseguirlo.
Es libro de múltiples lecturas. A veces nítido: «En su tercer despertar, no entiende por qué ya no le duele nada». A veces abstracto: «Esa literatura peligrosa que usan los entrenadores de aves». A veces poético: «Duerme. Quizás una hora. La propia canícula sestea también sobre la tierra».
Víctor Nubla ha escrito un libro sensitivo. Que se ha de leer de una forma distinta. Que se ha de percibir con el alma de los ojos. Que requiere más corazón que cabeza. Un libro «que no explica las cosas sino lo que mueve las cosas».

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