Entusiasta
crítica en el blog Ni un día sin libro:
Me gustan las propuestas artísticas
de riesgo, aquellas que destilan ruptura, nuevos territorios, osadía creativa.
Porque además (y a pesar de que a menudo os pretendan convencer de lo
contrario), en la lectura de los pioneros, de los que reman contra la corriente,
de los que no escriben para complacer a nadie (a veces ni a sí mismos) uno es
capaz de encontrar la auténtica felicidad como lector. Es en esos libros donde
me reafirmo en el sentido de mi pasión, esta que en los albores de los cuarenta
me hace seguir entusiasmándome con nuevas vidas por vivir, con maravillosos
mundos infinitos que tratan de compensar la finitud de nuestra vida real.
No se me ocurría una forma mejor de
presentaros Nueve semanas (justas, justitas), uno de
esos libros en los que he disfrutado perdiéndome, deseando que sus páginas no
se agotaran.
Nueve semanas es
el título del libro, y nueve semanas es el marco temporal en el que Bloss
Ñejer, gran protagonista de esta historia, vive, crea, comparte y sufre su gran
proyecto literario.
Porque Bloss es escritor, un (no)
escritor canalla y mujeriego, y vive (y escribe) convencido de que su proyecto
literario marcará un antes y un después. Tanto que el lector entusiasta y
convencido acabará irremediablemente entregado a su irreverente prosa y a su
excéntrico y genial proyecto.
Porque su novela, que empieza siendo
una suerte de autobiografía casi en directo, narración de hechos vividos por el
propio autor a modo de diario, crece hasta desbordarse por todos los márgenes,
hasta convertirse en novela compartida, donde otros narradores aparecen y
desaparecen, voces que se entregan a continuar lo iniciado por Bloss Ñejer.
Aparentemente nada nuevo: varios
narradores contando una historia, diferentes puntos de vista, medias verdades,
distorsiones y perversiones; pero en realidad totalmente diferente a lo que
creas haber leído: porque los narradores narran con la plena consciencia de
estar escribiendo un libro, el de Bloss Ñejer.
Y detrás de todo, un escritor magnífico, P.L.
Salvador, del que nos parece increíble que todavía no se hable de él.
Sobrado de talento y perteneciente (no sé si conscientemente) a esa escuela de
escritores que de tanto en tanto ponen del revés la literatura de manual y de
sobremesa, esa que nos demuestra día a día que no vale leer cualquier cosa.
Salvador, un placer tenerte al lado
de nuestros canallas favoritos, Montero Glez, Juan A. Belmonte, Santiago Ramos.
Locos herederos cervantinos que hacen de los libros codiciosas obras de arte y
diversión.
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