Nueve semanas (justas-justitas) 2ª


La crítica de Luis Arias Argüelles-Meres:

Nueve semanas (Justas- justitas), de P.L Salvador es, ante todo, un disparate literario que, de entrada, cuenta con la bendición del editor Constantino Bértolo en el papel de prologuista. Se trata de un texto que hace escarnio de principio a fin no sólo del mundo que padecemos, sino también de los tópicos literarios de un género tan sobrevalorado como es la novela actual. Todo lo contrario a esas novelas que dicen atrapar al lector en atmósferas más o menos envolventes, con una trama trepidante y con un desenlace asombroso, por utilizar palabras de las que tanto y tanto se abusa en reseñas de encargo y en contraportadas y solapas de ocasión.

Una chica bien y un vividor que, por avatares diversos, no sólo se conocen y sintonizan, sino que además emprenden una atípica convivencia juntos, gracias sobre todo a un irresistible afán por contar la pintoresca relación que sostienen. Novela, además, muy actual, episodios que se datan en 2012, que hacen sus alusiones a discursos políticos emergentes que irrumpen con auténtica chatarra ideológica y con topicazos de brocha gorda.

Sociedad-basura. Comida- basura. Cuchitriles-basura. Por el medio, la protagonista femenina tiene un padre que, además de ser un personaje extravagante, resulta ser también un poderoso editor. A este propósito, el episodio en el que este buen hombre pretende chantajear al protagonista para apartarlo de su hija es no sólo hilarante, sino además antológico.

En un mundo en el que la acción por la acción es el no va más en el género novela, publicitariamente hablando, irrumpe el libro que nos ocupa burlándose de tanta estulticia.  Porque además lo hace con algo que no se sabe bien qué es, más allá de lo que supone la plasmación de una serie de aventuras y desventuras realmente disparatadas.

Un texto ácido, un texto lúcido. Un texto que busca ―y lo consigue― una suerte de desquite contra tanta estupidez, contra lo políticamente correcto, contra los estragos que causa la publicidad en la que tantos y tantos creen.

Una suerte de anti-novela, protagonizada además por personajes a los que cabe ubicar en el infierno del malditismo literario, y, desde semejante emplazamiento llevan a cabo una divertida reinvención del género, sin fe alguna en ello.

Novela descreída, novela no apta para toda suerte de devotos de la publicidad literaria, novela para lectores cómplices y heterodoxos.

A modo de diario, sin lirismos en la forma, sin la liturgia de la confesión literaria, sin la penumbra envolvente con la que se pretende dar morbo al intimismo.

Todo un divertimento para quienes les gusta disfrutar de la acidez bien contada.







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